Trujillo aún sigue vivo en la sociedad y en las letras dominicanas. Contrariamente a lo que ha sucedido en otros países que sufrieron tiranías, la presencia de Rafael Leonidas Trujillo y su carácter nocivo es permanente en Santo Domingo cuarenta y cuatro años después de su ajusticiamiento. El « jefe » es un importante estímulo para la fantasía : su excentricidad impía y mefistofélica hace que el sátrapa siga enconado en el espíritu y en las plumas de esta porción del Caribe. Así, el dominicano, escribiendo y re-escribiendo el trujillato, se venga de su cancerbero y retoma un proceso catártico cuyo fin no se vislumbra cercano, pues se pretende preservar la memoria de aquello que fueron los dominicanos y que ahora ya no quieren ser. La novela del trujillato está condenada a establecer un ejercicio dialéctico con el pasado dictatorial, que saca a la luz un inmenso carnaval de recuerdos traumáticos y, como dice Kundera, « El recuerdo no es la negación del olvido. El recuerdo es una forma de olvido ». Por eso recuerda el dominicano, para olvidar; y por ello, Ana Gallego Cuiñas acomete la tarea de estudiar la evolución interna del fenómeno del trujillato como discurso literario desde la dictadura hasta finales de la pasada centuria -a través de un corpus de más de sesenta novelas- para que desde este otro lado del océano también se recuerde. Angel Estebán Universidad de Granada